El surrealismo, la verdad en los intervalos.
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En el primer manifiesto surrealista, André Breton sostiene que yo es la condena subjetiva de los seres humanos a las leyes del utilitarismo convencional “protegidas por el sentido común” (1924). Se trata de esa “insoportable manía de equiparar lo desconocido a lo conocido, a lo clasificable que domina los cerebros”.
El movimiento surrealista anheló la destrucción sistemática del yo porque “entre yo y yo” habitaba, sí, el terror de lo inédito, pero también lo maravilloso de lo inédito. En la disolución del yo se creía ver la emergencia del ser en su estado indócil, natural, espontáneo. Un ser aún sin forma, sin condena, sin pasado. ¿No es genial?
Albert Camus dirá que para el surrealismo el goce absurdo por excelencia es el arte. La expresión comienza donde termina el régimen del pensamiento lógico que ordena y juzga. El arte no busca explicar nada, ni consumar un sentido, ni aportar una nueva lógica. El arte respeta al misterio, y le rinde homenaje.
Breton quiere deconstruir ese yo que somete y asimila al sujeto a las leyes del “utilitarismo convencional”. Búsqueda de un ser único, nuevo, sin condenas ni ataduras. Breton imagina un verdadero self liberado de su falso self. ¿Dónde encontrarlo? Los locos y los niños dan testimonio, para Breton, de ese ser que tiene trato habitual con lo insólito, la gloria inaudita de hacer sin saber qué se hace: “Gracias al surrealismo, las oportunidades de la infancia reviven en nosotros. Es como si uno volviera a correr en pos de su salvación o de su perdición definitiva. Se revive, en las sombras, un terror preciso (...) El espíritu que se sumerge en el surrealismo revive exaltadamente la mejor parte de su infancia”.
¿Bajo qué métodos desandar el camino? Breton se refugia en la escritura automática. El artista pide dar libre curso al “dictado del pensamiento no dirigido, emancipado de las interdicciones de la moral, la razón o el gusto artístico. (...) Es el método más seguro para devolver a la palabra su inocencia y su poder creador originales”.
Les dejo una frase de Breton. “No hay que cargar nuestros pensamientos con el peso de nuestros zapatos”
Fuente: El self que desborda al yo
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